La experiencia de implantar entornos laborales realmente democráticos (la empresa sin jefes) es una utopía hecha realidad que ha decepcionado a la mayoría de quienes la han probado, y que se lamentan de los nulos resultados y de ver que los mandos son necesarios.
Las jerarquías están por todas partes, desde las empresas familiares a las multinacionales, y nunca antes habían captado tanta atención. La parte positiva es que las cadenas de mando permiten el control y la coordinación. Pero también tienen muchos inconvenientes, como destaca el académico británico John Child en su libro Hierarchy (Jerarquía).
Las jerarquías, escribe, "concentran las recompensas en la cúspide, fomentan el secretismo, y puede decirse que son un principio organizativo fallido para una era en la que la innovación depende cada vez más de las ideas creadas por trabajadores jóvenes del sector tecnológico".
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